No se como fue que pasó pero este blog ha estado bastante olvidado por el último mes. Así que creo es hora de que ponga algo aquí, lo que sea, algo divertido o profundo de preferencia. Pero creo que escribiré sobre camiones. Si... camiones, autobuses, micros, peceros, o como sea que los conozcan. Comencé con la idea de escribir sobre el transporte público desde hace un par de meses, así que comencé a recolectar información e historias relacionadas con el tema. De verdad no deja de sorprenderme las cosas que uno ve cuando va en el autobús.
De entrada, es de lo más cagante cuando solo te falta cruzar la calle para estar en la parada y el camión que necesitabas pasa frente a ti a toda velocidad saturando tu alrededor de smog puro y fresco. Entonces debes de esperar al siguiente, que no llegará sino hasta media hora después. Una vez que esa espera termina comienza la aventura por buscar lugar dentro del autobús. En varias veces (en el DF principalmente) he llegado a ver a la gente literalmente colgando del autobús. Todos tienen tanta prisa por llegar que no les importa ir agarrados del marco de la puerta y con medio cuerpo fuera del camión. Como estudiante, el hacer maniobras con tu mochila es todo un espectáculo digno del Cirque Du Soleil. Lo que más me ha sorprendido en la parada ha sido ver un autobús olvidado, con todo y pasajeros y el motor en marcha. El camionero llegó corriendo unos minutos después con una torta en una mano y una coca en la otra. Claro que yo no iba a dejar pasar la oportunidad de tomarle una foto al extraño suceso.
Ya dentro del camión se pueden apreciar toda clase de obras de arte. Desde camiones con un impresionante equipamiento de luz y sonido tipo disco-móvil (de esos de los que de noche no te subes ni aunque sea el último) hasta diversos despliegues de creencias religiosas con Jesús o la Virgen María acompañados o no por una photoshopeada imagen del autobús mismo. Una vez vi un camión totalmente rosado por dentro con detalles en peluche blanco. En otra ocasión vi un tablero de un camión con temática del Conde Pátula, ese me hizo reír mucho. Pero sin duda lo más curioso han sido los letreros de "favor de no escupir" que he visto ya en varios camiones en diferentes ciudades del país.
La gente dentro del autobús también da mucho de que hablar. Aquellos que van parados siempre tiene cara de impaciencia e incomodidad, o debería decir "tenemos" porque generalmente no alcanzo asiento. En cambio, los que tienen la dicha de ir sentados van dormidos (sin importar la hora que sea), admirando el paisaje (como para no darse cuenta que hay una mujer embarazada a su lado que necesita el asiento) y uno que otro va leyendo. Me ha tocado ver desde el grupo de chavitas wannabe RBD que se escaparon de clases hasta la señora con el bebé recién nacido y que no carga con la cuna solo porque no tiene la cantidad de brazos requeridos para dicha tarea. Pero los dormidos son de los más graciosos y son bastante comunes, en especial en los primeros camiones del día rumbo al trabajo o la escuela.
Una vez vi a un señor dormido con un niño dormido en el asiento de junto. Ambos se despertaron cuando pasamos un tope con esa delicadeza que solo los camioneros tienen. Lo curioso fue que cuando el niño preguntó "Papá, ¿dónde estamos?" el señor miró por las ventanas y respondió "Nooo... pss ni se". El segundo niño dormido que vi en un camión si me dejó algo asustado. Yo juraba que los que estaban detrás de él eran su hermanito y su mamá, pero cuando ambos se pararon y se bajaron del camión sin el niño dormido me comencé a preocupar. Pero él despertó unas cuantas paradas después y bajo del camión como si nada hubiera pasado.
Una amiga me contó como una vez vio a una extranjera que no entendía la diferencia entre la moneda de 50 centavos y la de 5 pesos. Al final mi amiga terminó pagando el camión de las dos con tal de que poder subir al camión y llegar a su casa. Los extranjeros siempre son, para su mala suerte, fuente de risas para nosotros. Pero la persona que más me ha impactado en un camión es el Señor que Huele a Madres, así lo llamo yo. Este individuo tiene pinta de no haberse bañado en años, de no haberse peinado ni rasurado en meses, de haber usado su ropa como inodoro en varias ocasiones y de consumir grandes cantidades de alcohol y demás sustancias tóxicas. Y para terminar de joder, a este sujeto me lo he encontrado ya 6 malditas veces. Sus apariciones no parecen tener patrón alguno, solo se que me lo encuentro cada vez que me quejo con alguien sobre el excesivamente molesto hedor del Señor que Huele a Madres. Un día me lo encontré cuando iba a la escuela y luego más tarde de regreso de la escuela... fue horrible.
Dejando a los pasajeros a un lado, creo que los camioneros se merecen también su mención honorífica. Conocen la ciudad a la perfección, saben que si chocan ellos es el otro quien sale perdiendo, son de lo más lacras y cafres (superados únicamente por los taxistas), te bajan del camión donde quieren (yo he tenido que bajarme en un camellón) pero se enojan si quieres subir en un lugar que no sea la parada, juegan carreritas con otros camioneros en horas pico como si no hubiera más coches en el mundo, y esta lista sigue y puedo continuarla por muchos renglones más pero creo que ya fue mucho. Básicamente, los camioneros son uno hijos de la chingada a quienes no tenemos de otra más que aguantar.
Ya para no hacer más largo este cuento terminaré diciendo que a pesar de que muchas cosas de los camiones son molestas, incómodas (yo generalmente no quepo en los asientos por mi estatura) y hasta tóxicas, son un servicio indispensable en toda ciudad mexicana. Si no hubiera camiones viajar de un punto a otro en ciudades como el DF duraría días en lugar de las horas que ya tardas. Mucha gente se vería en la obligación de caminar largas distancias tan solo para ir a trabajar o ir a la escuela. Al final son elementos primordiales para mantener una ciudad en movimiento, pero no estaría mal que les dieran sus reparaciones y afinaciones más seguido. Ah, y también me gustaría que les dieran a los conductores un curso de educación vial.