1 de agosto de 2009

Destrompado

Juan estaba comenzando a desesperarse. Llevaba ya un buen rato esperando a que la mesera le cobrara, cosa rara porque generalmente la cuenta es lo único que llevan a tu mesa lo más rápido que pueden. Sus tacos para llevar ya estaban en la mesa así que decidió llamar a otra mesera, pero no consiguió nada. Comenzó a hacer señas para llamar la atención, sólo quería pagar e irse, ya tenía el dinero listo en la mano. Esa técnica pareció funcionar, porque la mesera le hizo señas.
- ¡Aguanteme tantito! - La mesera ya lo había visto pero por alguna razón no le había hecho caso.
- Digame señor, ¿le hace falta algo?
- Sí, que me cobre. Fueron dos ordenes de tacos al pastor con queso. Tome el dinero - Juan le dio un billete y lamento no tener el dinero exacto. Ya se quería ir de ese lugar.
- Ya le traigo su cambio.
La mesera regresó, le dejo unas monedas en la mesa y se fue. Juan hizo cuentas en su cabeza y vio que algo estaba mal. Como no quería seguir esperando decidió seguir a la mesera.
- Óyeme, mi cambio está mal.
La mesera volteó, vio las monedas en la mano de Juan y le dijo - No señor, está bien.
- Mira no te hagas pendeja, a mí me das mi dinero.
Juan vio el enojo en los ojos de la mesera. ¿O era miedo? No, era enojo. La mesera le respondió con tono cínico - No señor, usted me pagó con esto - le mostró el billete aún en su mano - y ese es su cambio.
- Mira cabrona, a mí no me vas a ver la cara. Yo quiero mi dinero - le gritó Juan ya bastante alterado.
- Ya dale lo que quiere - le dijo un cocinero a la mesera desde atrás de la plancha. Juan se sintió indignado por ese comentario. ¿Cómo podía decir algo así?
- No señor yo estoy segura de que...
- Hija de la chingada... pinche tranza... dame mi dinero.
- Oiga, cálmese - era un señor en una mesa cercana.
- Tú chinga a tu madre - le respondió Juan a gritos.
- Oye tú no me vas a... - el señor se levantó de su silla y su esposa trató de detenerlo. Y antes de que pudieran hacer algo, ya estaban discutiendo y Juan se ponía agresivo.
- Tú no te metas... estos pinches tranzas... -
- Tú pinche güey ya cálmate -
Juan se desesperó, no podía creer lo que estaba pasando. Él sólo quería su dinero y largarse de la taquería. Primero lo ignoraron y no lo atendieron, luego confundieron su orden, luego lo volvieron a ignorar y ahora eso. Y para colmo ese señor y las meseras no dejaban de gritarle. Ya no podía con eso, no estaba de humor.
- ¡Ya güey!... ¡Ya güey!... - y sin pensarlo Juan le soltó un golpe al señor que le gritaba. No le dio. Comenzaron a forcejear moviendo sillas y mesas a su paso. De repente Juan solo sintió las manos del señor empujando sus hombros. Juan salió volando y se estrelló contra una mesa tirando todo. La gente del lugar ya se había espantado. Todos se habían parado y se mantenían alejados. Juan no entendía porqué se portaban así. - ¿Qué chingados?... que les pasa a estos güeyes - pensó.
- Ya llamen a la polícia... ¿porqué no la han llamado? - grito una señora desde el fondo.
- ¡Sáquenlo!
- ¡Llévenselo!
Una mesera corría con un celular. El señor que peleaba con Juan salió del lugar jalando a su esposa por el brazo. Dos taqueros sacaron a Juan, pero él no estaba dispuesto a irse sin nada más. Ya afuera del lugar siguió gritando. Ahora si estaba muy enojado, no podía dejar las cosas así. Tomó una anuncio que estaba en la banqueta y lo arrojó hacia la entrada. Uno de los taqueros comenzó a gritarle que se alejara pero no hizo caso.
- Orale cabrón... - era una mesera que se acercaba a él con lo que parecía ser un machete.
- ¿De dónde fregados sacó un...? - y en ese momento se dió cuenta de que era el cuchillo del taquero. Juan se mantuvo alejado, tampoco quería tanto desastre. Después de unos minutos la gente regresó a la taquería y las cosas parecían tranquilizarse. Juan no sabía que hacer, seguía muy molesto. Y como por arte de magia vio una oportunidad. Corrió tan rápido como pudo y con todas sus fuerzas arremetió contra uno de los trompos de carne, lo habían dejado desprotegido. Juan y un par de empleados vieron como el trompo caía lentamente por los escalones. La banqueta quedó llena de jugo. Rápidamente los cocineros y unas meseran comenzaron a recoger todo.
- En la madre... - gritó un señor mientras los cocineros volvían a perseguir a Juan. Las discusiones seguían. Se oían gritos por todos lados. Y luego pasó algo que Juan de verdad no esperaba.
Diez minutos después luces azules y rojas inundaban la avenida, las meseras habían limpiado completamente el piso de la taquería y Juan estaba tirado en la banqueta rodeado por policías. Dos de ellos entraron al local a investigar un poco, lo único que lograron fue asustar a los comensales con sus rifles y gritos. Cuando regresaron entre todos ayudaron a meter a un abatido pero furioso Juan dentro de una patrulla. Una a una las cinco patrullas que llegaron se comenzaron a alejar y el tráfico comenzó a fluir.
Sin más remedio que acatarse a las consecuencias Juan iba rumbo a la delegación y no sólo pudo decir - Tanto pinche arguende por esos putos quince pesos... - mientras movía la cabeza de un lado a otro.

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Historia inspirada en una pelea que vi hace aproximadamente tres horas mientras comía tacos con mi hermana y mi mamá. Casi todo lo que escribí es verídico. Solo no se quien haya estado mal, si el señor o la mesera. Yo solo decidí darle pensamientos al señor que no dejaba de gritar.

3 comentarios:

  1. imagínate haber pagado con uno de 500 y que le den cambio de uno de 50!!!

    no justifico al tipo, pero si yo quiero irme lo mas pronto posible, no haría tal alboroto si no tuviera la razón!!

    el único arresto que me tocó presenciar fue demasiado violento y prepotente. como para recordarlo!

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  2. Que crees, hoy regresé a cenar al mismo lugar por azares del destino. Y en esta ocasión la mesera me dio cambio de más... jajaja... se lo devolví sin poder dejar de reír

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  3. do babees jajajaja algo me decia que volviera a ver estos comments jajajaja

    le hubieras dicho que se equivocó, que era el cambio del señor de ayer jajajaja

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